Mujer sentada en el parque
Abro la ventana y aspiro el aire mientras disfruto el primer café del día. Enciendo un cigarro y pienso: ¿cuánto dinero me queda para ir al mercado? Tengo que ir a comprar la comida para hoy. ¡Uf! Qué aburrida estoy… esto de la comida tiene que ver con la eternidad, o con la iglesia: “hasta que la muerte nos separe”. Igual de eterno es lavar, cocinar, limpiar, planchar. La verdad es que estoy jodida con la perpetuidad de los quehaceres, yo creo que lo que más daño me hace es pensar, sobre todo en eso de la eternidad, digo en las tareas domésticas, la mujeres lavan y planchan y ¡ya! Al que le tocó le tocó, pero me gustaría al menos tener la posibilidad de amnistía.
Respiro profundo y alejo mis malos pensamientos. Ya en la calle se piensa menos en las labores domésticas, me senté en un banco para adornar la espera, o visto de un modo más realista, para calmar la ansiedad mientras llega la única guagua que me llevará para donde voy.
Me siento tranquila a respirar el salitre del Malecón. A pensar en la eternidad, en el indulto; en romper con todo o en asumirlo con una sonrisa de resignación.
¡Ayyyy!, me sale un suspiro desde el fondo del estómago vacío.
Observo detenidamente a los pescadores enrollar hilos, sacar y meter cacharros dentro de sus deteriorados equipajes.
Siempre me ha llamado la atención la indumentaria de los pescadores: chancletas viejas, ropa raída, bultos desaliñados. Y mientras estoy sentada en el parque, me llega una sensación de alegría, de paz.Contemplo a los hombres manipular sus varas y anzuelos, miro el mar y soy una mujer libre, se van los pensamientos angustiantes y me dejo llevar por lo que ven mis ojos.
Un hombre se acerca, se sienta a mi lado, me molesta su cercanía, quiero estar sola en este parque pero no puedo decirle que se vaya, el parque es de todos, y aunque me mortifica que interrumpa con su presencia, él es libre de sentarse donde quiera y yo también.Ruego en silencio que no hable, que se quede callado para que me permita continuar pensando en que ya no pienso. En que soy una mujer libre de pensamientos.
Me mira desde sus espejuelos y dice con una voz inesperada que me sobresalta:
–¿No has visto pasar una guagua carmelita?
Levanto los hombros y niego con la cabeza. Es una rápida respuesta para seguir sin pensar en cómo llegar a la casa, en la guagua que espero, no precisamente en la carmelita.
Se acomoda en el banco, lo veo cruzar la pierna con intenciones de seguir hablando, de continuar con sus interrupciones. No se da cuenta o no quiere darse cuenta de que este banco ya está ocupado antes por una mujer que ¡piensa en cómo no tener pensamientos!
Continúa con la conversación mientras me dispongo a no escucharlo. Quiero mirar el mar, los pájaros, no pensar en que soy una mujer sentada en el banco de un parque evitando mis pensamientos. Me mira, siento sus espejuelos en mi piel. Descruza la pierna y dice algo sobre lo malo que está el transporte, lo cara que está la vida. Yo asiento sin decir palabra.
Me obliga con un gesto a mirar el tesoro que ha depositado en el banco: detergente, jabón de lavar y de baño, dos desodorantes, pasta dental, aceite y puré de tomates. Tiene un buen trabajo, le dan esos productos. Le corresponde un transporte (esa guagua carmelita), desdobla la pierna en el momento que impuesta por su insistencia, echo un vistazo a los artículos divinos.
Me sobresalto al encontrarme con su pene que se asoma por la rotura del pantalón.
El primer impulso es levantarme, salir a prisa. Veo que sonríe con malicia, que la insistencia en mostrarme su botín era precisamente para que mirara a su entrepierna. Me incomoda este tipo que no solo viene a interrumpir mi pensamiento, sino además a mostrarme una picha que yo no le he pedido ver.
Un tropel de improperios suben a la garganta pero los detengo porque yo soy una mujer sentada en un banco pensando.
Comenzó el juego, me quedo tranquila, ahora habla con una ansiedad en la voz que da risa, insiste en señalarme toda esa mercadería que tiene delante de su pene escabullido.
Lo miro fijamente a los ojos mientras conversa. Vuelve a sugerirme que mire y fijo la vista en sus espejuelos, que devuelven una mirada confusa. Pienso: yo llegué primero, tengo todo el derecho de continuar sentada sin que nadie me moleste, no voy a salir corriendo porque me haya mostrado su pinga.
Una mirada más directa a los ojos es suficiente para ver cómo se levanta con ansiedad.
Lo sigo con la vista y sonríe señalando el hueco de su pantalón.
–Se me rompió.
Levanto los hombros y lanzo una mirada insignificante al insignificante pedazo de piel inflada, que exhibe por la rajadura de su ropa.
–Eso le pasa a cualquiera.
Hablo mientras me quito un pellejito de las uñas. De un salto se pone de pie con aquel trozo de su cuerpo entre sus manos, lo agita con tanta fuerza que da la impresión de que va arrancarlo.
–¡Miraaaa! ¡coñooooo!, di algo, ¡grita!
Después de una mirada de arriba abajo, vuelvo la cara y me acomodo para seguir contemplando el mar. Disfruto mi triunfo al verlo salir deprisa, enfurecido y murmurando entre dientes mientras cruza la calle.
Sonrío tranquila y dispuesta a pensar. En ese momento llega la guagua que espero, avanzo hacia ella y desde la ventanilla alguien me grita:
–Mira lo que dejaste.
Veo la divina mercancía depositada sobre el banco, con la que él, momentos antes, él trataba de seducirme.
La tomo entre mis manos, subo al ómnibus y me siento a disfrutar de esa sensación de triunfo que ha quedado en mi pensamiento.
TOMADO DEL LIBRO DE CUENTOS SIN PUDOR. PUBLICADO POR LA EDITORIAL UNIÓN. 2017. LA HABANA. CUBA. REEDITADO POR LA EDITORIAL Unos&Otros. 2019. MIAMI. USA. 2005.
Sobre la autora
Lourdes de Armas. Escritora. Teóloga. Máster en Ciencias de la Religión. Presidenta de la Sección de Narrativa de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Por su labor literaria ha sido galardonada con varios Premios, entre los que se destacan “Premio Nacional Farraluque 1999. Narrativa. “Pudor”. Pinos Nuevos 2000. “Zoografía” Cuba.. Dolores Ibarruri 2001. España. Poesía. Premio Rodrígo de Xeréz. Poesía. Cuba. 2004.. Mención Especial de Honor al Mérito Literario en el Premio Margot Rosenzweig 2003, en México, entre otros. Su libro de cuentos más reciente “Sin pudor” fue publicado por la editorial Unión 2017. Y reeditado por Unos&Otros. Miami. 2019. Su novela Marx y mis maridos ha sido publicada en Colombia, 2007, Editorial Unión, Cuba, 2011, Editorial Cubaliteraria, 2013, Editorial Pasos Perdidos, España 2014 y Editorial Adalba, Canadá. 2018. Su última novela “Miradas inquietantes” fue publicada por la editorial Sagitario, México. 2018. Cuentos y poesías suyos han sido publicados en Argentina, Italia, España, Portugal, Canadá, Panamá y Puerto Rico. Su obra ha sido traducida al italiano, croata y portugués.
Activista contra la violencia de género.
Preside el Proyecto contra la violencia de género “Mirada de mujer”.